Los crímenes de la pasión

Ahora, Rosana Galliano. Antes, Nora Dalmasso y antes, María Marta García Belsunce. Crímenes perpetrados con saña iracunda (Rosana, cuatro balazos por la espalda; Nora, estrangulada después de intensas relaciones íntimas; María Marta, cinco balazos en el cráneo que se maquillaron ¡de accidente en el baño!, con certificado médico incluido). Crímenes contra mujeres acaso envidiadas, con cierta autonomía, que no padecían urgencias económicas. Crímenes que se transforman en resonantes casos mediáticos. Crímenes en que los focos (¿y los móviles?) se centran en los viudos pero los viudos tienen coartadas o formas de zafar (Carrascosa, el de María Marta, fue condenado pero por encubrimiento). Todos, crímenes irresueltos; todos, sellados por el fuego tan mentado de la pasión.

Y eso quizá es lo que los coloca, como estrellas, en el ojo rutilante de los medios. Hay una sustancia etérea pero ígnea, volátil, evanescente que parece fugarse, inasible, de sus tramas macabras y que no tiene que ver con el interés que mueve la mayoría de los asesinatos.

No se trata de crímenes por dinero; no aparece el robo ni la disputa económica o la antigua deuda impaga. Ni tampoco se trata de la típica riña entre machos, para ocupar un lugar de privilegio en la manada. Hay amor y sobre todo desamor y, quizá, tenebrosa venganza. Y hay arrebato, desmesura, locura: el mismo material -me apunta un sociólogo- que abunda en las telenovelas.

Pero también -me explica el experto- el hecho de que las víctimas sean mujeres les otorga un status especial en una sociedad "machista no explícita", como la nuestra. No, desde luego, tanto como en el islam pero entre nosotros a la mujer también se le achacan hipocresía, doblez, oblicuidad como defectos que definirían al género. Y el adulterio -falta probada abrumadoramente en dos de los casos- sigue siendo pintado con los peores tonos cuando quien lo practica es una dama. Tanto, que le roba a los ojos de la sociedad esa condición para otorgarle otra, de bajo menosprecio.

La saña también es social y de tal envergadura que se suelen oír clásicos de clásicos como: "Se la estaba buscando" o "algo habrá hecho".

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