Temas para los que no existen psicofármacos


Por Luis Hornstein MEDICO PSICOANALISTA (PREMIO KONEX DE PLATINO DE PSICOANALISIS DECADA 1996-2006).

Abordar los sufrimientos actuales implica considerar los elementos de una historia propia y los que se comparten con los que están inmersos en similares contradicciones sociales, psicológicas, culturales y familiares. El hombre actual sufre por no querer sufrir. Quiere anestesia en la vida.

Ciertos sufrimientos sólo son preocupantes cuando son desmesurados ; sea por la duración, sea por la intensidad. Para atenuarlos recurrimos a diversas estrategias. Existen dos alternativas opuestas: ser un fiscal que condena el mundo porque “siempre fue y será una porquería” (Discépolo). O un abogado defensor, porque la vida le ha dado tanto, “le ha dado la vida y le ha dado el llanto” (Violeta Parra).
La moral y la felicidad, antes enemigos irreductibles, se han fusionado; lo que actualmente resulta “inmoral” es no ser feliz.

Hemos pasado de una civilización del deber a una cultura de los placeres
. Allí donde se sacralizaba la abnegación, tenemos ahora la evasión; donde se privilegiaba la privacidad, tenemos la violencia mediática y la frivolidad. A partir de la Ilustración, los modernos sentaron las bases de una moral independiente de los dogmas religiosos, exaltando la obligación del sacrificio de la persona en el altar de la familia, la patria o la historia.

Desde mediados del siglo XX surgió la sociedad pos-moralista. Este “politeísmo de los valores” al decir de Max Weber, esta ausencia de brújulas éticas, ¿qué sufrimientos genera? Esa crisis no es sólo la de los marcos morales heredados de las grandes confesiones religiosas, sino también la de los valores laicos que les sucedieron (ciencia, progreso, emancipación de los pueblos, ideales solidarios y humanistas).

Algunos buscan una restauración, retornando a los valores tradicionales o en la búsqueda de ideales new age.

Predominan los sufrimientos causados por las pérdidas (la muerte de alguien significativo, su rechazo, algún aspecto que nos decepciona). Y aquí están incluidos el despido laboral, la quiebra de una empresa comercial, los sinsabores de un proyecto. Eso duele. Es un dolor sano, que a veces se intenta extirpar con distintos psicofármacos, con alcohol o con otras conductas de evasión . Escribió la psicoanalista Piera Aulagnier: “Pensar, investir, sufrir: los dos primeros verbos designan funciones sin las cuales la persona no podría aceptar la realidad; el sufrimiento, el precio a pagar”. Dice el tango: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento...” La genética apunta a identificar un gen para cada aspecto de la vida: la salud y la enfermedad, la violencia, las depresiones y hasta para el “consumismo compulsivo”.

¡Qué alivio sería encontrar un gen del sufrimiento como lo sería dar con un gen de la felicidad o del fanatismo! La vida tendría la linealidad de un programa: estaría inscrita en la arborescencia del ADN.

Habría ansiosos impregnados por la adrenalina y la serotonina y habría atontados con el cerebro inundado de dopamina. Sin embargo, el misterio del sufrimiento psíquico no se reduce a la genética. La vida tiene la estructura de una promesa, no de un programa, y es el resultado de una interacción constante entre “lo biológico” y “lo social” a través de la cual se construye la historia.
*Autor de los libros “Las depresiones” y “Autoestima e identidad” (FCE).


Fuente diario Clarín 09/11/11

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